"Es cuando nos olvidamos de nosotros, cuando hacemos cosas que merecen ser recordadas".
Anónimo
b) PUNTO DE VISTA FEMENINO:
Si hay hombres que se comprometen con su pareja con una gran parte de tradiciones masculinas también hay mujeres que se hacen eco de las mismas, en lo que a nosotras respecta. Mi sumisión pasiva y la dependencia serán mi mejor concreción.
Sin embargo, nunca se ha basado el amor en una situación prolongada de dependencia, sino en un diálogo entre iguales. De ahí que deba también proponerse enriquecer el amor de los dos, el suyo y el mío, sobre una base de libertad, sin dejar de ser mujer. Mi estilo en general es suave, persuasivo, constante y sin llamar la atención.
Amor y libertad. Habrá bastantes ocasiones en que deberemos conseguir mayor libertad, para amar más. Pero no una libertad de hacer, que ésta la tenemos siempre -o en caso contrario deberíamos proponerla- sino fundamentalmente en la libertad de ser: no ser lo que los demás esperan únicamente por deber, lo cual a la larga es penoso y suscita la rebeldía, sino por eso mismo, porque lo queremos. Hacer coincidir voluntariamente mi querer, en actitudes y obras, con mi deber. Para así ofrecerme voluntariamente a una relación, con mi pareja y con los demás, más perfectas. Lo mismo que el hombre, pero desde una situación particular.
Y esto, ¿cómo lograrlo? Siendo dócil pero no pasiva. Esto exigirá de la mujer una actitud reflexiva sobre la vida diaria en que está inmersa. La acción absorbente del hogar ocupa las manos, y debería liberar la mente. Aprender la lección de los acontecimientos para saber cómo comportarme cuando se repitan, y de cara al futuro, saber qué hacer para evitar que se planteen otros problemas. Serán, por ejemplo, modos para hacer atractiva la llegada de nuestra pareja a casa y no limitarnos a quejarse por sus ausencias.
Al situarme en el plano de igualdad querré dar, pero también recibir. Y en el caso de que no dé, pedir para recibir. Que en ese pedir ya está dando: la humillación de reconocer que necesita de los demás.
No vaya a ser que, a fuerza de dar y no recibir, llegue a tener el complejo de víctima. Porque entonces la mujer empieza a pensar en sí misma, en que le ha tocado la peor parte, en que los demás son unos egoístas... tarde o temprano salta la chispa: reprocha a los demás su falta de detalles, las deficiencias en el trato con ella.
Esto cohíbe a sus familiares, especialmente a la pareja, que efectivamente se siente culpable por ello. Pero en su fuero interno anida la pregunta: "¿Por qué no me lo dijo en su momento?". A partir de entonces, o se inhibe -batalla perdida- o tiene una serie de atenciones poco naturales, porque se basa en la compasión, -"¡pobrecilla!"- o en la coacción afectiva -"¿Qué hacer para tenerla contenta?"-.
Se ha perdido naturalidad, ha disminuido la libertad y la "víctima" está arriba, encadenada a su pareja por el temor. Se ha convertido en verdugo.
Para evitar esta situación: hablar y hacer. Hablar: que mi compañero conozca mis sueños, mis proyectos y ver de qué modo yo también puedo realizarlos. Para que así no tenga él que deberme el profundo favor de haberle entregado mi vida, sin compensaciones.
Pensar y hablar, para ordenarse por dentro y descubrir cómo dándome algo a mí misma, quizá trabajo, estudio, apostolado, labor social, perfeccionamiento profesional, en mi tarea de administradora del hogar...etc., puedo aceptar libre y responsablemente las complicaciones naturales que se han derivado del hecho de haberme enamorado de un hombre, que también es mi Amo y de haberme emparejado con él.
Los tópicos tradicionales preparan a la mujer para dedicarse de lleno a una persona (mi pareja), que sólo me necesita en parte. Aprendamos pues a necesitar a nuestra pareja "en parte", a fin de evitar convertirnos en "mujeres-hiedras". No olvidemos que la mujer y el hombre son seres completos como individuos, aunque ambos se complementen en la pareja. Nuestra unión debe enriquecernos como personas, no limitarnos.
Aunque en el hacer de cada día haya que aceptar limitaciones: "elegir es renunciar". No sólo en el campo del trabajo profesional, sino también en las exigencias domésticas. Muchas mujeres han descubierto con gran sabiduría el modo de armonizar ambas dedicaciones.
Y hacer. En el caso de la esposa esto se traducirá en muchas ocasiones en "hacer hacer". Es decir, en delegar funciones, enseñar a desempeñarlas, confiar en los demás y tener paciencia, para dar entrada a las "tareas de artesanía", entre las cuales la educación y la convivencia grata ocupan el primer lugar. En el fondo es saber desaparecer sin pasar factura. Preparar a los demás para su autonomía propia, incluso en el terreno del hacer, saber hacer las camas, comidas, llevar una casa, etc. No hacerse la indispensable, lo cual conllevará a veces un esfuerzo mayor que el "hacer": enseñar a hacer.
La parte correspondiente de participación de la pareja en tareas domésticas o educativas, sirve tanto para ayudar materialmente como para integrarle afectivamente “nuestro mundo femenino”. El amor se concreta en obras.
Y por su parte, la mujer debe entrar en el mundo masculino, con un interés serio, genuino y profundo, lo cual le exigirá preparación en el terreno de su trabajo y de sus aficiones. Pero ser además esposa, madre, compañera, amiga, esclava y confidente (uffff, es difícil pero se puede, doy fe de eso y sé que algunas de ustedes también).
Conviene por fin -quizá sea lo primero- reflexionar sobre lo que se espera de la mujer, madre, esclava y esposa. Una vez más confluencia entre finalidad natural y la trascendente unidad de vida. La mujer no debe nunca desalentarse con el trabajo de casa, quizá lo que le convenga es graduarse en ese trabajo -con ayudas o reduciéndolo o buscando compensaciones-. Este es uno de los casos en los que el trabajo profesional puede ser "liberador", si con ello es más feliz y alegra su hogar.
Ahora bien, la actividades son medios, nunca fines. Y cambian las funciones con el tiempo. Por eso hay que tener siempre clara la meta -actitud reflexiva- para adaptar aquéllas a éstas, no fijarse en las actividades en sí, ni encasillarse en algo porque en un momento me dio resultado. La vida es dinámica y debe ser también progresiva.
En resumen, normalmente, esto se va descubriendo con el pasar del tiempo. Si se ha procurado seguir este cambio con honestidad y buena intención, se descubre que de verdad, lo único importante en la vida es haberse dado a los demás -en caso de la madre-esposa o del padre esposo, en primer lugar a su familia y su pareja.


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